La frase “Voy a renunciar” puede generar diversas reacciones en un jefe. Por un lado, puede ser temida ya que implica la partida de un colaborador valioso y difícil de reemplazar. Por otro lado, puede ser celebrada si el empleado que decide irse es improductivo y no encaja en la organización.
Ante esta situación, es importante que el jefe se pregunte cuál es el motivo de la desvinculación y preste atención a la expresión facial de la persona que le comunica esta decisión. La mirada de tristeza y angustia revela la sensación catastrófica que se experimenta al perder un talento clave.
En un mundo en constante evolución, es necesario repensar el trabajo y las profesiones. Según un estudio de McKinsey Global Institute, entre 75 y 375 millones de empleados, es decir, del 3% al 14% de la fuerza laboral mundial, deberán cambiar de ocupación para el año 2030 debido a la automatización, la inteligencia artificial y la digitalización.
Esto implica que tanto las empresas como los trabajadores deben adaptarse y adquirir nuevas habilidades para no quedar desactualizados. Aquellos que no se ajusten a las demandas del mercado y los clientes corren el riesgo de quedarse atrás.
La historia de Kodak es un ejemplo de lo que puede suceder cuando una empresa no se adapta a los cambios tecnológicos. La compañía líder en el mercado de la fotografía desestimó el potencial de la cámara digital y apostó por la fotografía analógica. Cuando intentaron responder a la era digital, ya era demasiado tarde y terminaron desapareciendo.
En un mundo en el que se requiere adquirir constantemente nuevas habilidades, es crucial para las empresas retener a su talento clave. Asimismo, los empleados deben estar dispuestos a adaptarse y adquirir nuevas competencias para asegurar su empleabilidad.
Fuente: Director de la carrera Gestión del Capital Humano de la Universidad de Belgrano