La residencia del cirujano plástico Aníbal Lotocki ha sido vandalizada con pintura negra y ha sido objeto de protestas por parte de decenas de personas. Dos de las modelos famosas en Argentina, Pamela Sosa y Stefy Xipolitakis, han colgado carteles acusando a Lotocki de causarles daños y de ser un asesino. Este cirujano, que era muy popular hace una década entre las celebridades argentinas, ha sido condenado a cuatro años de prisión y cinco de inhabilitación por mala praxis en un caso anterior. Sin embargo, estas denuncias son solo la punta del iceberg de un problema que afecta a millones de personas en América Latina.
La Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva (SACPER) estima que hay alrededor de dos millones de personas que han recibido inyecciones en toda la región, lo cual consideran una pandemia. El principal riesgo de estos procedimientos es que las sustancias inyectadas ingresen al torrente sanguíneo, lo que puede provocar la muerte. Muchas de estas sustancias no están destinadas a ser inyectadas y son tóxicas.
El caso de Lotocki también ha abierto un debate sobre los estándares de belleza y la presión que se ejerce sobre las personas para que se sometan a procedimientos estéticos. Silvina Luna, una de las víctimas del cirujano, fue objeto de escrutinio público por su peso y sufrió burlas. La sociedad argentina es el séptimo país en el que se realizan más procedimientos estéticos, lo que refleja la presión existente para cumplir con los estándares de belleza.
Este trágico ejemplo pone de manifiesto la necesidad de regular la industria de la cirugía estética y brindar información adecuada a las personas que consideran someterse a estos procedimientos. Es importante que busquen profesionales capacitados y aprobados, y que estén conscientes de los riesgos implicados. La belleza debe ser un tema de elección personal y no algo impuesto por la sociedad.
Fuentes: La Vanguardia